La cuenta atrás

encontrado en un maletin de difuntos lunes cualquiera

por Javier Esteban

Tres líneas de diálogo antes de la bomba atómica, Sánchez por fin pide perdón a la chica a la que paga por dejarse sodomizar y rompe el último rescoldo de coherencia en el relato. Así me lo asegura el propio Sánchez, quien no sabe que me he inspirado en él para crear el personaje, por completo anónimo sobre el folio. Me imagino un chasquido de dedos, un tecleo rápido. La frase “estás jodido” aparece sobre una minúscula casilla en la esquina inferior diestra del teclado. Yo recurro a un smiley (1). “Soy consciente, Sánchez”. Estoy rematadamente enfermo: a eso se refiere Sánchez con su habitual economía de caracteres. Ha leído doce cuentos míos en los últimos seis meses, a cada cual más, como el afirma, descacharrante (2): Una manada de hombres lobo que alquila el DVD de Sexo en Nueva York la noche después de la luna llena. La irrupción de un enorme arma de destrucción masiva antropomórfica y fan de Murakami, el artista plástico, en la Bienal de Venecia. Un experimento por el que el cadáver de Sherlock Holmes es fiolizado y servido como desayuno en diminutos copos que simulan ser de avena a un grupo de niños índigo educados por la doctora Blynton. La apoteosis de John Lennon narrada desde el punto de vista del cañón de una pistola obsesionada por la extensión de la problemática del priapismo también entre los pitufos. “Estás jodido”. Esto es también lo que le ha dicho la chica a Sánchez dos líneas de diálogo antes de la bomba atómica. Pero el del otro texto, el que presupongo al otro extremo de la tubería de sandeces y fibra óptica que se suma al extremo de cada terminal informático, considera que este diálogo parte de una falsa premisa como el arrepentimiento del que paga. “Déjate de moralinas, hombre”: esto una transacción económica y sexual de mutuo acuerdo, viene a querer decir, yo os lo traduzco. Las putas son putas. Es indiferente que, como se revela en la primera línea de diálogo antes de la bomba atómica, esto constituya más bien un alquiler y ella sea en verdad un androide dotado con una IA (3) de última generación, conectado gracias a un potente emisor de microondas con los ordenadores que controlan el arsenal nuclear de la extinta Unión Soviética. “Es lo que te mata, que te empeñas en buscarle una buena razón a todo”, me sermonea aún Sánchez, a pesar del evidente riesgo que corre ahora su vida, e incluso sigue así un buen rato. Para cuando me dice que ha quedado con su chica, que se desconecta, que ya hablamos, yo no he atinado todavía con mi excusa. Aunque no me importa, porque sé que voy a tener todo este invierno nuclear para pensarla.
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(1) :)

(2)Dejo en manos de la benevolencia del lector el discernir si esto es un piropo o un retroneologismo atroz de pega.
(3)Inteligencia Artificial: recurso narrativo que resolvió para infinidad de escritores el desagradable reto de construir personajes femeninos consistentes y salvó la ciencia ficción en la segunda mitad del siglo XX.

3 comentarios:

kuroi yume dijo...

la leche, eso es lo que dan de sí tres simples líneas? un desconcertante ejercicio de contextualización, sin duda. y encima con pies de página...

Higronauta dijo...

Llevando a la práctica la teoría, veo...

Ramón Masca dijo...

Las horas de alegría y refociliación que me ha dado Sánchez merecían esto y más...