sobre aristas, ausencias y pesares

encontrado en un maletin de difuntos lunes cualquiera

nombres

A Rocío le pegaba su madre de pequeña.

Cuando ya era mayor dejó de hacerlo, pero la señora se centró en romper objetos de casa y en gruñir, cosa que no dejaba de ser un problema. Ella lo usó de excusa el día en que rompió conmigo. Creo que nunca la había visto llorar tanto... Recuerdo que hubiera hecho lo imposible por ella... Recuerdo haber tenido que soportar las burlas de la vieja el día en que ayudé a su hija a barrer el piso. Si no lo malinterpreté, me pidió delante de varias vecinas que limpiara de cáscaras de pipas el suelo del banco en el que estaba sentada, en el parque frente a su portería. Se rió bastante, y sus amigas también. Creo que fue el día que dejé de perdonarle todo a Rocío... El día que me dejó, fue el día en que perdí una cara de muñeca y el ojo izquierdo desviado de una madre psicótica.

Rosa se mereció un yo menos idiota. Recuerdo tanto la herida que me hizo en el labio inferior, como poco del día en que me dejó.

Cárol olía como los ángeles. Apareció y desapareció mucho menos rápido que su fragancia. Aún hoy, hay olores que me duelen por todo lo que pudo haber sido.

Fransi fue una válvula de escape ideal. Ante el frío invernal, el calor de su cuerpo fue una delicia. Lástima que la situación no fuera del agrado de su hermano..., ni de su novio. Esconderse por un lío de faldas no es algo de lo que enorgullecerse.

Lidia me parecía perfecta. Aparte de que me dejó porque su ex se llamaba igual que yo, no me hizo más daño. Bueno, me conoció gracias a un pellizco, pero creo que eso formaría parte de otra historia...

Cristina sabía como un cenicero. Me abroncó en plena calle por dejarla sin decírselo... No creo que importe, estuvo tanto rato sentada sobre mi polla erecta que me dolió durante días.

Víctor fue un absoluto error. Su mal afeitado me produjo una erupción cutánea.

Isabel reaparecía de vez en cuando. Diría que ella no cuenta, aunque me lo pensaré.

Después hay algunos nombres más, todos tan confusos como las caras a las que pertenecían. No había dolor, no había nada.

Y entonces llega Elisa. Su abuso dolía más al acostarme en solitario, por las noches. Mucho más que sus gritos y sus repetidos intentos por clavarme objetos en el abdomen. Años de esquizofrenia, complejos y lágrimas. Dejarla ha sido lo más duro que he tenido que hacer en mi vida.

Luego llegó Lucía.

Con ella descubrí cuánto adoraba los ojos verdes de Elisa mientras se los arrancaba despacio. Con ella corté los dedos a Víctor, con calma, escuchando sus lamentables ruegos. Y aunque perdí esa preciosa navaja antes de encontrar a Cristina, Rebeca fue, una vez más, una excelente compra. Aún me acompaña tras visitar a las demás, al menos a las que fui capaz de recordar y localizar. Los años se portan mal con los malos recuerdos y los dolores físicos, pero me temo que aún peor con los amores ausentes.

4 comentarios:

Ramón Masca dijo...

Díselo con cortes...

Higronauta dijo...

¿Sus actos finales son una mera venganza por sus fracasos erótico-sexuales-amorosos o simplemente una alternativa?

kuroi yume dijo...

diría más bien que arranca un "way of life"

Sergio dijo...

Grande grande.
Se agradece su hiperactividad