de domovye y hombres

encontrado en un maletin de difuntos viernes cualquiera

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[...] Yura se revolvía, ensangrentada y frenética, bajo una de las grandes carpas. Una sombra se entrelazaba con su pelaje y la levantaba del suelo sin ninguna piedad. El animal chillaba de una forma que hizo que me dolieran las tripas, pero por fortuna todo acabó rápido cuando aquella cosa negra que se fundía impúdicamente con mi perra acabó de retorcerla desde el interior. Los ladridos terminaron en cuanto la masa de carne y pelo dejó de parecer un perro. Al instante el ente opaco me miró. No recuerdo cómo eran sus ojos, aunque sé que sueño con ellos más a menudo de lo que desearía, pero en ese momento me di cuenta de que todo había empezado a vibrar. De nuevo oí ese espantoso sonido como de arena rasgándose, e intenté levantarme y huir, pero no pude apartar la mirada de aquella oscuridad hasta que el mundo se empezó a desgarrar. [...]


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